viernes, 7 de marzo de 2008

¿Cian o Púrpura?


Llevaba meses recobrándome de mis heridas en la guarida de los enanos. De vez en cuando reunía fuerzas para salir al exterior. Entonces, los guardianes me acompañaban hasta el final del túnel, pero siempre ocurría lo mismo... Al final del túnel, cuando la luz del exterior comenzaba a acariciar mi rostro, cuando los rayos solares encogían mis pupilas... aparecía un Maestro Vampiro con un pequeño objeto descansando en cada una de las palmas de sus manos. En la derecha sostenía un saquito de color cian, su tersura y suavidad parecían prometer felicidad, pero no revelaban nada... En su mano izquierda el saquito de color púrpura, más rugoso, no prometía esconder nada más que la verdad, desnuda y dolorosa...

El Maestro siempre repetía la misma frase: "Felicidad o Verdad. Verdad o Felicidad. Debes escoger, pues sabes que no siempre puedes tener las dos cosas". Yo me debatía en un combate interior. ¿Quieres vivir feliz en la ignorancia? ¿O estás preparada para enfrentarte a la verdad?
Me abrumaba la decisión que debía tomar porque sabía que de ello dependería el rumbo que tomaría mi vida en aquellos momentos... Una punzada de dolor atravesaba mi corazón, me desmayaba y cuando volvía en mí estaba de nuevo sobre mi cama, envuelta en pieles.

Sin embargo, Él llegó un día. No era exactamente igual a como yo lo recordaba, pero sabía que era Él. Me miró y me dijo:
- He venido a verte todos los días. Pero es imposible que lo sepas porque dormías.
- ¿Qué debo hacer? Quiero salir de aquí y luchar, pero no sé si tengo fuerzas para hacerlo sola.
- No tienes que hacerlo sola. No seas tan orgullosa. Dame la mano y deja que te ayude. Te acompañaré hasta el final del túnel e incluso más allá si así lo deseas. Pero recuerda que la decisión debes tomarla tú. Tan sólo tú puedes tomar esa decisión.
- Ya he elegido. Pero me da miedo estar equivocada.
- Equivocarse es parte del verbo "actuar". Peor es estar sin hacer nada.
- Vámonos de aquí. Cuando estoy así no le soy útil a nadie. Ni siquiera a mí misma.

Esta vez al saludar al Maestro Vampiro respondí a su ambigüa sonrisa, ya no con miedo, si no con otra sonrisa. Recordé lo que me decía mi abuela cuando era pequeña: "La verdad te hará libre, mi niña". Y entonces hablé:
- La verdad me hará libre.
- Es una buena elección - dijo el Maestro mientras me tendía el saquito púrpura - Pero no puedo decirte que sea la más sencilla.

Entonces el Maestro se envolvió en su capa y desapareció. Comencé a caminar hacia la luz sin darme cuenta de que lo estaba haciendo sola... y al llegar al exterior lo vi a Él.
- Has hecho lo que debías. Ahora has de ser fuerte.

Miré a mi alrededor y solo vi dos cosas: un suelo arrasado por las llamas y un cielo color púrpura.
- Que el desaliento no te pueda. Es el amanecer de un nuevo día. Todo lo que ha sucumbido puede resurgir de nuevo. Cuando lo dudes recuerda al Ave Fénix.

No puedo decir que hubiera un clamor de trompetas, ni pétalos de rosa cayendo desde el cielo. Ni siquiera puedo decir que a la salida del túnel hubiera un final feliz... Pero sí había un principio, el principio de algo incierto, pero el principio al fin y al cabo.
- Bueno. Ya estamos aquí. Comencemos a andar, pues.
- ¿Hacia dónde?
- Hacia el frente.

Echamos a andar hacia el norte.