viernes, 11 de mayo de 2007

Viaje a Marruecos



Ya estoy de vuelta de mi viaje al norte de Marruecos, nuestro vecino africano. Tras lo que creo que fueron tres horas en ferry, arribé por primera vez a las costas del continente africano. ¿Mi primera impresión? La de que es un mundo distinto al nuestro, con sus costumbres, su arquitectura, sus fotos de Mohamed VI por todas partes... Supongo que debido, al menos en parte, a la candidatura de Tánger para la Expo 2012.

Cómo no, no dejan de llamarme la atención cosas como que los tíos te acosen por la calle si no llevas a tu lado a un acompañante varón, o que en las terrazas de la mayoría de los cafés no haya más que hombres, que además no se sientan alrededor de las mesas sino en fila apoyados contra la pared para ver el mundo pasar frente a ellos...

En el rural es de lo más normal ver a los hombres tirados sobre la hierba o conversando animadamente bajo la sombra de un árbol mientras las mujeres se encargan de todo. Lo cual explica que a las mujeres se las considere el motor del desarrollo en estos países y se las integre en el mundo laboral. En uno de los proyectos que fuimos a visitar en Tánger, la inclusión de la perspectiva de género en el desarrollo (la denominada perspectiva GED) consistía en dar cursos de alfabetización a mujeres (bien) y enseñarles a cocinar, coser, y todas estas tareas típicamente femeninas... o sea, perspectiva MED (mujeres en el desarrollo) que no contempla la incorporación de las necesidades de realización de estas mujeres ni, por supuesto, el conseguir una igualdad de género. No obstante, para ser justa, he de decir que no es algo que una servidora critique, pues estaban abiertos a propuestas y organizaron cursos de peluquería y secretariado a petición de las beneficiarias. Además, ¿cómo pretendemos incluir una perspectiva de igualdad de género en un país musulmán cuando en el primer mundo todavía nos queda mucho por hacer en este sentido? Ya se sabe que ciertas cosas hay que hacerlas poco a poco, con pasos pequeños pero certeros.
Una cosa que me dio mucha rabia es el comportamiento que tuvo con nosotros la respresentante de la AECI en Tánger. Tuvimos que esperar por ella cerca de una hora (lo que retrasó el resto del programa del día), en ningún momento se dirigió a nosotros (por supuesto no pidió perdón por el retraso) y para los traslados utilizó un coche oficial con chófer (no vaya a ser que le saliera un sarpullido por viajar en bus con nosotros). Una actitud que me pareció, como mínimo curiosa.

En cuanto al tiempo libre, lo he aprovechado para perderme por el Zoco de Tánger y empaparme de olor a comino, curry... beberme un té a la menta o conocer Assylah, un pequeño pueblo a, aproximadamente, una hora de distancia de Tánger. Está ya muy "turistizado" pero todavía se puede apreciar la esencia de este pueblo marinero en sus orígenes.


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